24.10.10

The Beauty and our Beasts - Parte VII - Iceberg


No importa dónde ocurra, cuando ocurre. Alienados y fríos en lo estático del tiempo. No, no hay tiempo. No hay nada. Detrás, un espinazo de agua cristalina y congelada. Salen las lágrimas de puro pánico. Cuando salen. ¿Pueden? Una bestia. No... no hay nada. Digamos entonces que hay miedo. Ese frío miedo a la nada. La sangre, si la hay, camina despacio, casi a punto de pararse y congelar hasta la electricidad. Pero no es la muerte. ¿Debería? No es nada. Sólo una cataplasma en el pecho, fría como todo lo que nos rodea. Camina hacia arriba, hacia el cuello, mientras nos acordamos de los suspiros cuando nuestras madres nos arropaban antes de caer en brazos de Morfeo. No hay mantas en el limbo. ¿Es el limbo? No... no es nada. Nos miramos despacio, rígidos, sobre el frío hielo. Un muro brillante. Tampoco vemos nuestros rostros. Pero hay sombras. Pasos que pasan, porque los pasos siempre pasan, y se van. Nadie para ahí fuera. Y dentro hace frío. Ese frío que no se va. Transparencia desleal. Opacidad múltiple. Ceguera. Engaño.

Nadie para para rescatar a la soledad. Y sin embargo todos nacimos solos. Y nuestro corazón parará su ejercicio diario, su cometido, para descansar solo.

Y hablo en plural, aunque ahora escriba sola en una habitación fría.







Picture: Iceberg, by Kirill Sharikov

4 comentarios:

Javier Velilla dijo...

Cuidado con los iceberes! jeje

Sara Labalestra dijo...

:) si...

Zina Vasilache dijo...

Y sin embargo todos nacimos solos. Y nuestro corazón parará su ejercicio diario, su cometido, para descansar solo.

Sara Labalestra dijo...

Parece que te ha gustado ^^