6.6.11

The Beauty and our Beasts - Parte X - Arena





Charlotte exhaló ceñuda una nube tóxica mientras sostenía el cigarrillo entre su dedo índice y anular. Victoria fijó sus ojos en las uñas, negras de esmalte y extrañamente esbeltas. El gesto le confería un aire de impasibilidad y fortaleza, como si se pudiera observar, por un breve instante, un poso de ideas y superación. Un momento dulce, como los llamaba por entonces Victoria. Charlotte miraba al cielo cuando dijo:

-          -No lo entiendo.

Su interlocutora seguía ensimismada en el gesto, desgranándolo aún; disfrutando de cada segundo como si de arena fina entre sus dedos se tratara. Un gran reloj de arena.

-       -¿Sabes? No quiero fardar, pero se merece una lección. Está pidiendo a gritos que yo se la dé – Acabó con la colilla a golpe de talón-. Es increíble, no me lo esperaba. ¿Qué se habrá creído? He oído lo que va diciendo y me dan ganas de esconder un ladrillo en el bolso y lanzárselo a la cabeza como… como si fuera una onda.

Mientras dijo aquello, hacía el gesto propio. Victoria reprimía con gran esfuerzo una carcajada nerviosa. No quería perturbar el transcurso del apasionado monólogo, que continuó con algún que otro improperio y frase entrecortada por mordedura de labio inferior.

-       -Esa tía es la primera que es lo que dice de mi. Se atreve a insultarme así. No es justo. No soy así. No me conoce.

Y fue entonces cuando el tiempo se detuvo. Las vendas no hacen ruido cuando caen al suelo, pero Victoria estaba segura de haber oído el chasquido de un par de manos sacándola de un trance. “No me conoce”. Fue esa la clave de todo. “No me conoce”.

-       -Nadie te conoce.

-       -¿Cómo dices…? – Charlotte la miraba desde el porche con los ojos abiertos como agujeros negros, rígida como una montaña.

Victoria no se sintió sorprendida al percibir la violencia del instante. Todo parecía a punto de estallar y meterse en aquellos ojos que la miraban con descarada sorpresa e ira. Pero todo acabó de forma abrupta cuando, resuelta como era, Charlotte se removió la gran melena desde la raíz, dejándola caer en su hombro derecho. Suspiró mirando hacia sus pies, con la cabeza más gacha de lo normal.

Varios años después, Victoria recordó aquel momento. Recordó a Charlotte, su altura, su delgadez y su éxito. La gran melena caramelizada, las noches en su jardín, sus bailes con los chicos, las fiestas en su casa, su madre a quien sólo vio una vez, el gato canela, sus consejos, el maquillaje… su energía. Sólo tiempo después comprendió que lo que entonces había percibido como la ruptura de algo, no fue otra cosa que el inicio de un estado. Una caída, y el comienzo de la confianza.

Se dio cuenta entonces de que lo que antes parecía una montaña… no fue más que arena.






Extracto de "La chica de la Maleta Roja"
Relato personal.



Picture: "Smoking...", by Dangerbrown

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