5.9.09

The Beauty and our Beasts. Parte II (Agujeros)

Hay algo que siempre me ocurre al visitar un museo. Pasa que, aunque me empeñe con todas mis fuerzas en analizar una obra... me siento rematadamente inútil. Como si no llegara a nada especulando y observando con detenimiento los trazos llenos de luz y sombra de algún genio de hace más de dos siglos. Aunque he de reconocer que esa especie de frustración se hace más latente cuando escudriño alguna pieza "contemporánea" (siglos XX y actual, para que nos entendamos). O cuando me quedo mirando el gran legado del excéntrico Dalí. El sentimiento es parecido a encontrarse en un largo túnel estrecho, corriendo, y nunca poder llegar hasta la luz del fondo. Sí, está bien, un ejemplo algo tétrico, pero ¿qué sería de la Vida (y por consiguiente de la Belleza) sin la amenaza constante de la finitud de la misma? La muerte.

Entonces se me ocurre pensar que todo eso ya está implícito en el propio Arte. La vida, la muerte, lo bello y lo humano. El Arte tiene mucho de humano, obvio ¿no? Pero aún y todo parece que la esponja de la que hablaba antes no consigue llegar a hundirse en el vasto mar. Flota sin remedio debido a los agujeros que tiene, sin poder entender qué es lo que no funciona. Sin saber que en realidad funciona todo. Los agujeros son necesarios, porque están, y existen donde deberían estar. Porque somos perfectos en nuestra imperfección.

También se me ocurre pensar, permitidme esta licencia, que pensamos en el Arte como algo infinitamente perfecto a nosotros, sin esos endiablados agujeros, sin defectos ni ornamentos de más. ¿Pero hasta qué punto es eso cierto? Claro... los agujeros no nos dejan ir más allá. No tenemos ni idea. No sabemos una mierda de todo este misterio. Oh... imperfección.

Y quién nos puede sacar de la idea de que quizá debamos dejarlo estar.
Hasta que podamos llegar al final del túnel.

Full of holes. By: Dave

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